La amistad: Un regalo divino para cultivar y valorar
La amistad es un regalo precioso que nos brinda Jehová Dios. A lo largo de nuestras vidas, tenemos la bendición de encontrarnos con personas especiales que se convierten en nuestros amigos, compañeros y confidentes. Estos amigos pueden ser de diferentes tipos: ocasionales, temporales o permanentes, y cada uno de ellos tiene un impacto significativo en nuestra vida.
La amistad no surge por casualidad, sino que es el resultado de una decisión consciente de amar y compartir desinteresadamente. Compartimos afinidades de gustos, carácter y visiones, y así establecemos lazos sólidos con aquellos que elijamos como amigos.
Jesús nos ha ofrecido su amistad desde el principio. A lo largo de la historia, Dios ha encontrado corazones dispuestos y ha promovido relaciones de amistad profundas. Al observar cómo actuaba Jesús, podemos identificar los elementos que personifican la verdadera amistad:
- La verdadera amistad se basa en una decisión de amor, más allá de los simples sentimientos. Es un compromiso intencional de iniciar y cultivar una amistad genuina.
- La amistad verdadera se establece y crece en medio del respeto mutuo. Para construir una amistad positiva, es esencial reconocer los límites de cada persona y buscar la honra mutua, la transparencia y la sinceridad.
- La amistad implica una entrega desinteresada. Un verdadero amigo permanece a nuestro lado sin importar las circunstancias. En la Biblia, encontramos ejemplos de hombres como Abraham, quien fue llamado amigo de Dios debido a su fe y confianza en Él.
Jesús mismo describe el amor de un amigo en Juan 15:13: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos". Además, en Juan 15:14-15, Jesús explica cómo llegamos a ser sus amigos y por qué Él nos llama amigos: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer".
El Salmo 25:15 nos recuerda que el Señor brinda su amistad a aquellos que le honran y les da a conocer su pacto.
Como amigos, siempre debemos recordar imitar a Jesús en su amistad. Esto nos permitirá formar un grupo de amigos único y verdadero, donde otras personas también pueden valorar la amistad que ofrecemos.
Demos siempre lo mismo que nos gustaría recibir de otros amigos y estemos atentos a las necesidades de aquellos que aceptan nuestra amistad.
La amistad es un proceso que atraviesa diferentes etapas. En primer lugar, existe un tiempo de aceptación, donde nos conocemos mutuamente, comenzamos a hablar y compartimos información general. No estamos completamente abiertos en este momento, pero es un paso importante para establecer la amistad.
Luego, llega un tiempo de tormenta, donde pueden surgir situaciones difíciles, desacuerdos y rompimientos de acuerdos. En este período, es crucial reconocer que las dificultades son parte natural de cualquier amistad y aprovecharlas como oportunidades para pedir perdón, buscar la reconciliación y permitir que la amistad crezca.
Después de superar las tormentas, llega el momento de trabajar en conjunto para reparar la relación y fortalecerla. Esto implica llegar a acuerdos, aprender de las experiencias pasadas y brindarnos la oportunidad de crecer juntos, estableciendo una amistad duradera.
Por último, llegamos a tiempos de normalidad, donde la perseverancia y el apoyo mutuo juegan un papel importante. Estamos juntos para crecer, apoyarnos y enfrentar las circunstancias de la vida con sinceridad y veracidad.
La amistad es un proceso continuo y requiere tiempo, dedicación y cultivar el vínculo a través de la conversación, el compartir de alegrías y tristezas, el apoyo mutuo en las pruebas, la gratitud, la consideración, la tolerancia y la cercanía física. Ser transparentes y sinceros en nuestra amistad nos permite construir una relación sólida y positiva.
Es esencial recordar que Jesús es nuestro mejor amigo y nuestro modelo de amistad íntima. Si imitamos a Jesús en cómo él nos ama y nos trata como amigos, podremos brindar a los demás un valor y una amistad verdaderos.
En resumen, la amistad es un regalo divino que debemos valorar y cuidar. Es un proceso que requiere esfuerzo mutuo, compromiso y tiempo para desarrollarse y fortalecerse. A través de la amistad, podemos experimentar el amor desinteresado y el apoyo que nos brinda Jehová Dios. Seamos agradecidos por la amistad que recibimos y busquemos ser amigos fieles, imitando el ejemplo de Jesús en nuestras relaciones.